Muere el padre de los videojuegos Ralph H. Baer

Muere el padre de los videojuegos Ralph H. Baer


A lo largo de su vida, Baer patentó 150 inventos, entre ellos la primera pistola de luz para las videoconsolas o el videojuego Ping Pong, que inspiraría el más famoso juego de tenis Pong.
De origen judío, Baer huyó de la Alemania nazi en 1938 para acabar en Estados Unidos. Casi 30 años después comenzaría su aventura, pese a estar al frente de un departamento de 500 personas en una empresa dedicada a la electrónica militar. Este inventor sacó los videojuegos de los costosos ordenadores militares para instalarlos en pantallas de televisión accesibles a público general.
No obstante, Baer tuvo la idea en 1951, cuando le encargaron fabricar la mejor televisión del mundo. El hombre al que hasta ahora se ha considerado el Nostradamus del videojuego, intuyó ya entonces, viendo líneas en la pantalla, que el futuro estaría en aquellos aparatos que permitieran hacer varias cosas a la vez, interactuar con ellos y divertirse, pero sus jefes desdeñaron su idea. Tras mucho esfuerzo consiguió que en la empresa de electrónica para defensa militar Sanders le dieran permiso y fondos para desarrollar el invento, pero no les convenció y se fue de la empresa. Durante un tiempo se dedicó a enviar vídeos a los fabricantes de televisión para venderles su invento.

El inventor de Simon

Aún así, cuando Magnavox por fin lo lanzó al mercado en 1972, el escepticismo con que fueron acogidas sus sugerencias posteriores acabó apartándole del negocio, aunque no de los juegos electrónicos. En 1978 inventó «Simon», el primero que retaba la memoria y la agilidad mental de los niños.
Sin embargo, Bauer dejó la industria de los videojuegos antes de que llegara a despegar y en 1987 se jubiló. «¿Llegó a intuir que cuatro décadas después se llevarían viodejuegos en el bolsillo?», le preguntó ABC en 2006. «¿Podría haber predecido Thomas Edison que todo el mundo andaría por las calles hablando por teléfonos móviles?», respondió con su afilado sentido del humor. «¡Pues yo tampoco, no tenía ni idea!».